Viaje al archipiélago malayo
Alfred Russell Wallace
A mediados del siglo XIX, poco antes de que Darwin publicara El origen de las especies, el naturalista británico Alfred Russell Wallace se percató de algunas peculiaridades en la fauna autóctona de lo que en ese momento se conocía como las Indias Orientales. A lo largo de sus viajes por las islas del archipiélago malayo observó que, a pesar de encontrarse relativamente cerca entre ellas, las especies dominantes seguían patrones propios de regiones distintas. Mientras que unas correspondían a la fauna común de la Asia continental, otras encajaban más bien en el perfil del continente australiano. Primates, tigres, elefantes y rinocerontes a un lado; grandes reptiles, koalas, loros y marsupiales al otro. No solo recayó en la ausencia de estos últimos en el lado de Borneo y Java, sino también en el curioso hecho de que algunas especies de pájaros nunca cruzaban de unas a otras, como si, a pesar de la corta distancia que a veces había entre ambas regiones, hubiese algo que impidiese el flujo natural. A partir de sus estudios sobre la distribución geográfica de determinadas especies, Wallace pudo aportar su granito de arena a lo que más adelante se conocería como teoría de la deriva continental, de la que el alemán Alfred Wegener sería el principal defensor. A partir de esta hipótesis, se llegó a explicar el movimiento de los diferentes continentes a lo largo de los siglos y los cambios que había sufrido la superficie terrestre hasta dibujar el tapiz que conocemos actualmente.
La línea propuesta por Wallace discurre entre las islas de Bali y Lombok, dejando Borneo a un lado y las islas Célebes al otro. Posteriormente, se descubrió un paralelismo entre este trazo invisible y el límite entre la placa euroasiática, la australiana y la filipina. Tiempo atrás, sobre este conjunto reposaron los antiguos supercontinentes de Gondwana y Laurasia, ambos radicalmente más separados de lo que hoy en día las regiones correspondientes aparecen en el mapa. Aunque, a nivel superficial, todo el conjunto insular parece formar parte del mismo ecosistema, una observación más minuciosa de los elementos que componen cada isla permitió entender mejor qué había antes y, lo que es más importante, cómo habían llegado esas masas de tierra foráneas hasta allí.
El fragmento que sigue forma parte del capítulo introductorio:
“Fue George Windsor Eartio quien por primera vez señaló, en el curso de una conferencia pronunciada en 1845 ante la Real Sociedad Geográfica, la escasa profundidad del mar que une las grandes islas de Sumatra, Java y Borneo con el continente asiático, afirmación que diez años más tarde reiteró en su ensayo sobre Geografía física del sudeste asiático y Australia, añadiendo que lo mismo ocurría entre Nueva Guinea y las islas cercanas al continente australiano, pues ambos mares contaban con abundante número de marsupiales.
[…]
He aquí la clave que explica los contrastes más radicales que presenta el archipiélago. Tras un concienzudo estudio, he llegado a la conclusión de que se puede trazar una línea divisoria entre las islas de manera que una mitad pertenece por entero a Asia, mientras que la otra queda, sin duda alguna, unida a Australia. Por este motivo, denomino Indomalaya y Austromalaya respectivamente a estas divisiones del archipiélago.
[…]
Volviendo ya al archipiélago malayo, encontramos que el mar que baña las islas de Java, Sumatra y Borneo, y el que separa Malaca de Siam es tan superficial que los barcos pueden anclar en cualquier lugar, pues su profundidad raramente excede los setenta y cinco metros.
Como consecuencia, si estas islas han quedado apartadas entre sí y a su vez del continente por la sedimentación de las zonas interpuestas, debemos deducir que la separación es relativamente reciente, pues la profundidad a la que se halla la tierra sedimentada es más bien escasa.
[…]
Es también notorio que la enorme cordillera de volcanes activos de Sumatra y Java nos explica la causa de dicha sedimentación puesto que las grandes masas de material expulsado provenían de los fondos de las áreas próximas, y ello nos lleva a aseverar que los volcanes aparecen siempre junto al mar. La sedimentación de material que producen a su alrededor formará con el tiempo un mar, si este no existe ya.”