Primeros viajeros (I)
el Grand Tour y las Sociedades Geográficas
De un tiempo a esta parte, cada vez se habla más - y con mayor intensidad - de los peligros del turismo y los efectos negativos de viajar. Entre estos problemas se encuentran la gentrificación de las grandes ciudades, la especulación del mercado inmobiliario, la subida del coste de vida, la banalización de las culturas locales y la pérdida de ecosistemas, por nombrar solo algunos.
No obstante, como todo derecho - y privilegio - adquirido, es algo a lo que difícilmente vayamos nunca a querer renunciar. El turismo no solo es una actividad de ocio y enriquecimiento personal, sino también una fuente de ingresos crucial para muchas economías que, de otro modo, enfrentarían mayores dificultades.
En lugar de seguir sintiéndonos culpables por disfrutar de una actividad que nos brinda placer, propongo viajar, en este caso, en el tiempo para explorar cómo comenzó todo esto. Tal vez, al comprender mejor con qué propósitos partían esos primeros viajeros y cómo ha ido evolucionando el modo de viajar, podremos practicar un turismo más intencionado y consciente.
El Grand Tour: los viajes en la educación aristocrática británica
El término "Grand Tour" hace referencia a una costumbre que se popularizó a mediados del siglo XVII entre los jóvenes aristócratas europeos, especialmente los británicos. Gracias al período de paz y estabilidad que había en Europa en el momento, se abrió la puerta a que los nobles pudieran desplazarse de manera segura entre países.
La ruta variaba según la ciudad de origen. Desde Inglaterra, lo habitual era cruzar el canal de la Mancha en barco, hacer una primera parada en París y continuar en carruaje hasta Italia, un recorrido que podía durar tanto uno como varios años dependiendo del número y la duración de las paradas. Dado que el propósito de estos viajes era enriquecer los conocimientos de arte y arquitectura, las ciudades más populares eran aquellas que destacaban en estos campos: Milán, Venecia, Florencia y Roma.
Roma solía ser el destino final hasta que comenzaron las excavaciones de Pompeya. Entonces, los viajeros más intrépidos decidieron extender su ruta hacia el sur, explorando Nápoles y Sicilia. Los más osados llegaron incluso hasta Grecia, un territorio considerado más arriesgado debido al dominio otomano.
Estos viajes se concebían como la etapa final de la educación de los jóvenes aristócratas. Por un lado, tenían una finalidad educativa; el objetivo principal era formarse en el arte clásico - en el contexto de un Renacimiento que estaba en pleno auge - y aprender idiomas. De hecho, cada estudiante viajaba con un tutor que tenía como deber asegurar que el joven se comportase adecuadamente.
Por el otro, el viaje tenía un propósito social significativo, pues permitía a los jóvenes aristócratas relacionarse con otros miembros de su clase y ampliar su red de contactos. Este componente de ocio, sin embargo, no siempre se desarrollaba en escenarios refinados. Lejos de sus hogares y de las estrictas etiquetas sociales, el viaje era una oportunidad para liberarse y pasarlo bien. En este caso, los carnavales y las mascaradas de Venecia ofrecían el escenario perfecto para la fiesta y la relajación.
Efectos derivados del Grand Tour
Semejante flujo de jóvenes adinerados paseándose arriba y abajo tuvo importantes repercusiones en el panorama artístico de las ciudades italianas. Ante la creciente demanda de pinturas de paisajes urbanos que los grand touristas adquirían como souvenirs, los artistas vieron una oportunidad de negocio y comenzaron a vender copias de tamaño reducido - las vedutas - que pudiesen ser transportadas fácilmente. Las obras de Canaletto y Piranesi se popularizaron rápidamente así, pues ofrecían escenarios de paisajes clásicos y ruinas antiguas que fascinaban a estos jóvenes viajeros.
Este intercambio benefició a ambas escenas artísticas. Por un lado, el dinero fluía hacia los pintores italianos, impulsando sus carreras y el desarrollo del arte local y, por el otro, el arte clásico se trasladaba literalmente, y en algunos casos de forma abundante, hacia Inglaterra. Como resultado de estos viajes, se forjaron importantes colecciones de arte, algunas con piezas originales y otras con réplicas. Esta interacción tuvo una influencia notable en la arquitectura neoclásica que se desarrolló en Inglaterra durante esos siglos.
Entre los personajes destacados de esta época se encuentran el arquitecto británico Inigo Jones, autor del primer edificio clásico de Inglaterra, la residencia de la reina en Greenwich, y Joshua Reynolds, fundador de la Royal Academy of Arts de Londres.
El ocaso del Grand Tour
El estallido de la Revolución Francesa en 1789 y las Guerras Napoleónicas de principios del siglo XIX marcaron el fin del período de paz que había vivido Europa y, con este, el ocaso del Grand Tour. Cuando los conflictos se calmaron, el contexto económico y social europeo ya había experimentado un cambio significativo marcado por el inicio de la Revolución Industrial.
Esta trajo consigo transformaciones importantes: por un lado, surgió una nueva clase social, la burguesía, ansiosa por emular el estilo de vida aristocrático; por otro, se impulsaron notablemente las infraestructuras de transporte con la consolidación del ferrocarril y los cruceros, lo que redujo los costes de los viajes, haciéndolos más asequibles para las clases medias.
Con estos cambios, no solo terminó la era de los viajes aristocráticos, sino también el tipo de viaje que se realizaba. El viaje educativo y enriquecedor, muy a menudo, dejó paso al viaje por placer y diversión, sin un trasfondo cultural relevante. Este nuevo tipo de viaje se convertiría en el precursor del turismo que conocemos hoy en día.
El nacimiento de las Sociedades Geográficas
Otro capítulo fundamental en la historia de los viajes lo constituyen las sociedades geográficas. Estas comenzaron a formarse en el siglo XIX, durante el auge del colonialismo y el dominio de las grandes potencias coloniales. En este contexto, los gobiernos consideraban esencial contar con un excelente conocimiento geográfico que les permitiese sobresalir y controlar el tablero político global. Es por ello que, desde estas organizaciones, se financiaban expediciones a lugares remotos y desconocidos, así como tareas de cartografía y recopilación de información.
La primera de estas sociedades fue la Societé de Géographie, fundada en París en 1821. Esta organización se convirtió en un modelo a seguir para futuras sociedades, promoviendo la exploración y el intercambio de conocimientos geográficos a nivel mundial. No obstante, fueron las anglosajonas las que pronto destacarían por su mayor relevancia e influencia en el campo de la exploración geográfica.
La Royal Geographical Society of London fue creada como un club privado en 1830 en el contexto de las exploraciones coloniales en África y el subcontinente indio. Sus miembros, apasionados por la geografía y otros temas contemporáneos, se reunían alrededor de cenas para discutir las últimas exploraciones y descubrimientos.
Este formato casual pronto dio lugar a una institución estable cuyo papel era el de proporcionar fondos y herramientas para las expediciones y la elaboración de mapas. A cambio, obtenían una información valiosísima de lugares hasta entonces desconocidos.
Entre los exploradores cuyos viajes e investigaciones respaldaron encontramos a:
Charles Darwin y sus viajes por Sudamérica a bordo del Beagle.
Alfred Russell Wallace y su expedición por el archipiélago malayo.
David Livingstone y su incansable búsqueda del nacimiento del Río Nilo.
John Hanning Speke y Richard Burton, quienes descubrieron el famoso Lago Victoria.
Robert Falcon Scott en sus misiones a la Antártida.
Sir Edmund Hillary en la primera ascensión al Everest.
A lo largo del siglo XIX, alrededor del mundo, fueron surgiendo sociedades en las principales capitales: Berlín (1828), Ciudad de México (1833), Frankfurt (1836), San Petersburgo (1845), Nueva York (1852), Viena (1856) y Génova (1858).
EL CASO DE LA NATIONAL GEOGRAPHIC SOCIETY
Curiosamente, de toda esta constelación de sociedades, tanto grandes como pequeñas y vinculadas a las capitales de diversas potencias, la que acabó destacándose a nivel mundial fue un modesto proyecto independiente nacido en Washington DC en 1888.
Bajo el nombre de National Geographic Society, 33 académicos y científicos se reunieron en enero de 1888 para crear una organización sin ánimo de lucro que tenía como objetivo difundir sus conocimientos geográficos y promover la ciencia y las exploraciones en todo el planeta.
A finales de ese mismo año, se publicó la primera revista de National Geographic, un magazín de corte científico y cultural que apenas tenía fotografías. El primer número con una portada ilustrada no se publicaría hasta 1960, un dato sorprendente teniendo en cuenta que la revista terminaría por convertirse en una de las publicaciones más reconocidas a nivel mundial gracias a sus reportajes fotográficos de imbatible calidad.
Algunas de sus primeras expediciones fueron la del monte San Elías en Alaska en 1890, el Polo Norte en 1909, las primeras excavaciones del Machu Picchu en los Andes en 1912 o el primer vuelo sobre la Antártida en 1929.
En poco tiempo, su labor empezó a ir más allá del campo puramente geográfico e incorporó otros campos científicos y antropológicos. Un ejemplo notable de esto son los primeros estudios de chimpancés realizados por Jane Goodall en 1961 y las investigaciones sobre gorilas llevadas a cabo por Dian Fossey en Ruanda en 1967.
El lanzamiento del canal de televisión National Geographic en 1997 amplió significativamente su alcance y se convirtió en una importante fuente de ingresos. En 2015, la sociedad vendió una gran parte de sus operaciones de medios a 21st Century Fox, que fue adquirida, en 2019 por The Walt Disney Company, la actual gestora de National Geographic.
Actualmente, la National Geographic Society sigue siendo una organización sin ánimo de lucro dedicada a la educación y la conservación del medio ambiente. Además de continuar con la publicación mensual de su revista, también apoya activamente numerosos proyectos de investigación y conservación a nivel mundial.