VIAJE POR LA INDIA
LA GENERACIÓN BEAT DESCUBRE ORIENTE
GARY SNYDER
El fragmento que sigue pertenece al Prólogo de 1983:
Hace veinte años viajé medio año por la India. Había estado viviendo en Japón estudiando budismo y sentí que era hora de ver la tierra madre de las enseñanzas de Buda. El hinduismo, la arquitectura y las esculturas de los templos también me fascinaban. En el invierno de 1962, Joanne Kyger y yo, con nuestras mochilas y calzado resistente, y con un billete barato de tercera clase, zarpamos en un barco francés desde Murasakino, en Kioto, rumbo a Ceilán. Volvimos a Japón con buena salud; y con una mentalidad más profunda, amplia y entristecida por todo lo aprendido en la India. Escribí este relato a partir de mis diarios y notas y se lo envié a mi hermana.
Llegamos antes de la invasión de la contracultura (que vino más de Europa que de Estados Unidos) y no llevábamos el lastre de tanta expectativa visionaria. El relato fue publicado sin pena ni gloria en un número de Caterpillar a principios de los años setenta, y dejado de lado, en parte, porque parecía que el tema de la India se tenía que dejar enfriar. Ahora que la mayoría de los peregrinos ha regresado a casa (Suecia, Alemania, Massachusetts) nos podríamos preguntar: ¿de qué iba todo aquello? Sea cual sea la respuesta, todo es una paradoja-paradigma.
Gandhi destaca como un bodhisattva del siglo XX cuyos impulsos y acciones se inspiraron solo de forma marginal en la India hindú.
La cultura que dio origen (especialmente en el jainismo y en el budismo) a la principal filosofía de respeto por la vida (ahimsa: "no-violencia") es una tierra con un medio ambiente degradado y hostil para sus habitantes.
[…]
Admiro a la India por muchas cosas: por los ganaderos neolíticos que entonaban diariamente canciones de amor a Dios y a la Vaca, como si fueran una familia, cuyo canto resuena aún hoy en la recitación de los Vedas y en el canto de los Sutras en Los Ángeles y en Japón. La poesía y las esculturas de amor más delicadas de la tierra. Las meditaciones exhaustivas acerca de la mente y las evocaciones de todos los arquetipos e imágenes. La música y danza incomparables. Pero, sobre todo, por el espectáculo de una gran civilización que creó un arte, una literatura y unos ritos sin imponer una versión estrecha de sí misma a cada tribu y pueblo. Una civilización sin centralismo ni monocultura. El régimen de castas como modelo de organización social probablemente hizo esto posible, con algunos desagradables efectos secundarios. Pero, quienes estudien el porqué de la ascensión del estado centralizado se encontrarán con una India llena de sorpresas. Por último, ninguna otra cultura más que la India anterior a la época moderna imaginó tantos modelos de existencia: vastos universos y saltos en el tiempo, ambos medidos en años luz. Dramas de millones de vidas renacidas. ¿Cómo lo hicieron? ¿Soma? ¿ Visitantes del espacio exterior? Qué va. Creo que la Gran Mente bebió de los ríos del deshielo del Himalaya y al ver la pesada delicadeza del Elefante, protegió a los ancianos sabios chamanes y a los ermitaños del bosque y se alimentó con restos de comida para atender y respetar sus profundos estudios de yoga. Al Buda Shakyamuni, uno de aquellos, lo amaron y escucharon vaqueras, comerciantes y cortesanos.
India ha tenido épocas excelentes. Últimamente está pasando por tiempos difíciles. Y desde siempre con un orgullo irreductible. Hombres y mujeres del medio rural, mordaces y de aguzada mirada, flacos por el duro trabajo, sin haberse llevado una comida copiosa a la boca en su vida, viven bajo un cielo eterno de estrellas y en un mundo sin inicio. Puede que necesiten ayuda con dólares o alimentos, pero no necesitan, ni quieren, compasión o aversión. India, yunque en el que el espíritu se pule. Flacura y ojos relampagueantes.